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Extracto y conclusiones del «Informe del Cooperativismo Vasco». Este informe, impulsado por el Consejo de Cooperativas, fue elaborado por LKS en el año 2000.
La unión de voluntades es la mejor manera de resolver los problemas, y las cooperativas son esencialmente eso: un ejemplo de cooperación humana para satisfacer las necesidades, y eso a través de la gestión y organización de una empresa. A lo largo de sus 150 años de historia, estas sociedades han demostrado que, gracias a la cooperación, la gente tiene una gran oportunidad de desarrollo y además contribuye a la construcción y mejora de su entorno social, económico y cultural. Y como tal unión de gentes, tiene su propia personalidad, debida a una serie de valores y principios que la distinguen de las empresas mercantiles clásicas. Sobre estas bases comunes, las cooperativas están presentes en todos los sectores de actividad, en todos los rincones del mundo, por encima de las diferencias culturales, étnicas o religiosas.

El nacimiento de la filosofía cooperativa

La filosofía cooperativa nació en Europa a mediados del siglo XIX, en la línea de las profundas desigualdades sociales provocadas por la revolución industrial, con el objetivo inicial de dotar a la empresa de una dimensión social y humana, en la que el trabajo era un factor de alienación para la persona. A pesar de las experiencias previas, el modelo inspirador de las siguientes manifestaciones cooperativas fue el de algunos tejedores ingleses: los Pioneros Directos de Rochdale constituyeron la primera cooperativa de consumo. Hartos de los excesos de los comerciantes locales, hombres y mujeres se unieron para gestionar su consumo y conseguir así bienes de calidad a un precio justo, estableciendo las bases, los principios y valores cooperativos de las cooperativas modernas.

El nacimiento del cooperativismo industrial

Esta modesta fórmula de asociación permitía que todos los socios participaran en igualdad en la gestión de la empresa y poco a poco se fue extendiendo por Europa, donde los trabajadores y las clases marginadas vivían una situación de opresión similar. Así nació el cooperativismo industrial en Francia, el del crédito en Alemania, así como las cooperativas agrícolas, de servicios, de vivienda, de sanidad, etc.

Las bases teóricas de estas sociedades fueron establecidas por los pensadores Robert Owen, Charles Fournier, Claude-Henri Saint-Simon, o Louis Blanc, determinando los principios de la cooperación. Poco a poco, la ayuda mutua se convertía en la mejor forma de gestionar todos los ámbitos de la vida de la gente y las experiencias cooperativas se extendieron con éxito a todos los ámbitos donde había necesidades humanas no satisfechas. En el ámbito institucional destaca la creación de la Alianza Cooperativa Internacional, ICA.

Experiencia de Mondragón

En Euskadi el cooperativismo aparece a finales del siglo XIX y las primeras cooperativas de consumo surgen en torno a grandes industrias como Altos Hornos de Bilbao. Luego se abrieron vías para aplicar el ideario cooperativo a todos los sectores de la economía, siempre con el objetivo común de mejorar la calidad de vida de los socios. El movimiento cooperativo vasco se basó en varias ideologías, siendo las más importantes las católicas, socialistas y nacionalistas.

En el País Vasco, Alfa fue en la década de 1920 la primera manifestación del cooperativismo de trabajo asociado, y este tipo de cooperativismo es el que más arraigo ha tenido en la sociedad vasca; posteriormente nació la Experiencia de Mondragón en 1957, el primer grupo empresarial con capital vasco en la actualidad (MONDRAGON), y uno de los modelos más estudiados internacionalmente por sus exitosos resultados sociales y empresariales. La historia reciente del cooperativismo vasco viene marcada por el esfuerzo del Consejo Superior de Cooperativas de Euskadi por integrar y estructurar el movimiento, que desde su creación en 1982 ha trabajado por promover e impulsar el desarrollo y modernización de las cooperativas vascas.